Madrid mitológico
Es la diosa de la Madre Tierra, de las cavernas y las montañas, de las murallas (de ahí su corona) y fortalezas, de la Naturaleza y los animales, no solo de los leones, además de las abejas. Cibeles era una diosa frigia que los griegos y romanos adoptarían luego aunque bastante mucho antes de que Madrid la convirtiera en una de sus musas. Quien de esta forma lo quiso fue el rey Carlos III que planeó embellecer la localidad dando forma al recorrido del Prado con estética neoclásica, como buen ilustrado que era. El monarca pretendía unificar sus tres tramos -los prados de Recoletos, San Jerónimo y Atocha- por medio de la plantación de árboles, la canalización del arroyo que los recorría y la incorporación de fuentes. Ventura Rodríguez, por ese momento Arquitecto Maestro Más grande de Proyectos de Madrid y de sus Viajes de Agua, ideó varias. Esta es la primera.
De esta forma imaginó el arquitecto Ventur Rodríguez la fuente de Cibeles allá por el siglo XVIII (©Memoria de Madrid).
Siguiendo su diseño, la fuente de Cibeles fue construida entre 1777 y 1782 por Francisco Gutiérrez (diosa y carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez. Para eso se emplearon ¡10.000 kilos de piedra! Aunque además hay mármol… Se piensa que la llave que porta la diosa otorga ingreso a las riquezas de la tierra. Los leones son Atalanta e Hipómenes, transformados en felinos por Zeus luego de que los adolescentes dieran rienda suelta a su pasión en el interior de un templo levantado en honor a Cibeles. En sus orígenes la fuente no solo era ornamental, de sus caños manaba agua para uso público y para surtir a los aguadores. Dos de ellos, una osa y un grifo (una clase de dragón), pertenecen a la recopilación del Museo de San Isidro.
NEPTUNO, el dios del mar
Sobre una concha tirada por hipocampos. Desde ahí nos mira el dios de los mares de roma, Neptuno.
En un inicio la fuente de Cibeles no estuvo localizada en el centro de la plaza que transporta su nombre, sino junto al Palacio de Buenavista, a la entrada del recorrido de Recoletos, viendo hacia la otra fuente considerable ideada por Ventura Rodríguez, la de Neptuno, en sus orígenes ubicada en la bajada de la carrera de San Jerónimo. El dios de roma del mar hace aparición en ella sobre una concha tirada por hipocampos (caballos con cola de pez), con una serpiente enroscada en su mano derecha y un tridente en la izquierda. Cerca del carro nadan focas y delfines que arrojan chorros de agua a enorme altura.
Este es el Neptuno que verdaderamente soñó Ventura Rodríguez (© Memoria de Madrid).
Los bocetos de Neptuno que llevó a cabo Ventura Rodríguez se parecen sí, pero no son idénticos al original. La figura central de la fuente, construida entre 1777 y 1786, es obra de Juan Pascual de Mena, que se inspiró para su ejecución en el Hércules Farnesio, escultura del siglo III del ateniense Glykon, que hoy se puede observar en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. El resto de figuras fueron esculpidas por discípulos suyos
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APOLO y la luz
La fuente de Apolo además es popular en Madrid como las de las 4 Estaciones.
Es la menos popular de las tres que decoran el recorrido del Prado y eso que está exactamente en el medio, algo que no es casual. Desde su céntrica posición, Apolo, dios griego de las Bellas Artes y de la luz, vigila a la gente como si fuera el mismísimo Carlos III, que no ha podido ver concluida la obra debido a que sufrió un retardo por la carencia de piedra para su creación. Creada por Ventura Rodríguez fue ejecutada por Alfonso Giraldo Bergaz (Apolo) y Manuel Álvarez El Griego (resto de figuras). Fue inaugurada en 1803, a lo largo de el reinado de Carlos IV, para festejar el link de su hijo, el futuro Fernando VII, con María Antonia de Nápoles.
Entre el otoño y el invierno, el escudo de Madrid.
La fuente de Apolo además es popular en Madrid como la de las 4 Estaciones, esculpidas con apariencia de alegorías: la primavera porta un cesto con flores, el verano un haz de espigas, el otoño un racimo de uvas y el invierno una corona de pámpanos. Además podemos consultar dos máscaras que representan a Circe y Medusa, que eran de acuerdo con la mitología griega una hechicera y un monstruo femenino con la capacidad de transformar en piedra a aquel que la mirara a los ojos. De ellas brota el agua que cae en pilones superpuestos. Atención: entre estación y estación podemos consultar un escudo de Madrid con su oso y su madroño.
TRITÓN, hombre y pez
La fuente de la Alcachofa es una copia de la original, que está en el Parque de El Retiro.
El grupo de fuentes del recorrido del Prado se completaba con la que luego sería popular como fuente de la Alcachofa, hoy en el parque de El Retiro, aunque hay una copia en bronce en la glorieta de Atocha. Creada por Ventura Rodríguez es de todos modos muy barroca por las causas empleados (adornos vegetales y efectos de agua grabados en la piedra). Más allá del nombre con el que se la conoce está encargada de Tritón, dios griego marino hijo de Poseidón, dios del mar y de los terremotos, el Neptuno de los romanos, quien, de hecho, regresa a tener importancia desde otro rincón del recorrido del Prado. ¿Dónde está?
LAS MUSAS y el arte
En el Museo del Prado, usto a espaldas de la escultura de Velázquez, podemos consultar este friso de lo verdaderamente divino.
Fijémonos en el friso de la fachada oeste del Museo del Prado: representa al rey Fernando VII recibiendo los tributos de Minerva, diosa romana de la inteligencia, y las Bellas Artes. Se muestran en él Apolo, como dios de la poesía, y Neptuno y Mercurio, que simbolizan las características del educador, la causa y la elocuencia, que se quisieron detectar como inspiradoras de las elecciones del soberano. A su alrededor además están las musas: a la izquierda, arrodillada, la Arquitectura, y tras ella, parado, la Pintura y la Escultura. En el radical izquierdo, Clio, la Historia, redactando acerca de la alegoría del tiempo, con Urania, en honor de las ciencias. La obra fue creada y comenzada por Ramón Barba (1767-1831) y terminada por otros escultores, entre ellos Ponciano Ponzano, creador de los leones del Congreso de los Diputados.
LA VENUS más blanca
Para ver a la Mariblanca, nuestra Venus castiza, hay que ir hasta la Puerta del Sol.
Quizás sea Diana, diosa romana de la caza, o más seguramente Venus, la del amor y la hermosura, pero en Madrid todo el planeta la conoce como La Mariblanca, alias que le concedieron en su día los aguadores, admirados por su blanquísima piel de mármol. Pero hayamos ido por partes, porque esta escultura de la Puerta del Sol dió muchas vueltas por la localidad. De todos modos no tantas porque la que hoy podemos consultar es una copia de la original, que hasta nuestra localidad trajo el comerciante florentino Ludovico Turchi en el año 1625 para rematar la fuente de la Fe en la misma plaza donde se posiciona hoy en día.
En este dibujo obsoleto es viable ver cómo era en su día la fuente de la Mariblanca (©Memoria de Madrid).
Esa fuente, creada por el escultor italiano Rutilio Gaci, sería sustituida por otra de Pedro de Ribera en el siglo XVIII, coronada por la misma figura, que acabaría por ser demolida. Pero no nuestra diosa, que pasó entonces a conformar parte de una fuente en la plaza de las Descalzas. Luego de su desmontaje siguió su periplo por el parque de El Retiro y el recorrido de Recoletos, donde estuvo hasta 1984, año en que fue rota en trozos tras padecer un acto vandálico. Una vez reconstruida se quedó para toda la vida en la Casa de la Villa. Esta que observamos es, por consiguiente, una copia, que primero estuvo en la confluencia de la calle de Alcalá y de la Carrera de San Jerónimo, su emplazamiento original, y desde 2009 en el comienzo de la calle Arenal. Eso sí, sin fuente, solo la escultura, algo más chiquita que la primera. La Venus madrileña hace aparición semidesnuda con un amorcillo de la mano sobre dos tritones.
LA FAMA de los comentarios
La fuente de la Popularidad, con su inseparable trompeta, está justo al costado del Museo de Historia.
Aunque su localidad original fue la plaza de Antón Martín hoy podemos consultar esta llamativa fuente de la Popularidad, construida por Pedro de Ribera en 1732, en los jardines que se abren junto al Museo de Historia, entre las calles de Fuencarral y Barceló, tras pasar un tiempo en el parque del Oeste. Fue un encargo de Felipe V, que pretendía embellecer la Villa y, de paso, hacer mejor los abastecimientos de agua. No fue barata: aparentemente hubo que subir impuestos a la gente para recaudar el dinero primordial para su ejecución. Reconstruida a inicios del siglo XX, la fuente se compone de un cuerpo central, muy a la tendencia churrigueresca, custodiado por 4 delfines que arrojan agua a un pilón con apariencia de trébol de 4 hojas.
Litografía de mediados del siglo XIX donde se puede ver la parte baja de la fuente (© Memoria de Madrid).
Entre las causas ornamentales resaltan numerosas hornacinas con floreros y las esculturas de 4 jovenes, todos los cuales sostiene una concha invertida. Remata el grupo, soplando una trompeta, una Popularidad, que según las mitologías griega y romana se encargaba de prolongar los comentarios, sin importarle si estos eran algunos o no. Es obra de Juan Bautista (1723).
MINERVA, inteligencia y valor
A la izquierda, Minerva. A la derecha, Niké, dos diosas que nos protegen de día y de noche.
Fundado en el año 1880, el Círculo de Bellas Artes, uno de los enormes epicentros culturales de la región, no ocupó su de hoy sede, en la calle de Alcalá, hasta el año 1926. El edificio es obra de Antonio Palacios y tiene un colosal valor arquitectónico, más que nada, por el régimen de sus fachadas y sus volúmenes. Si observamos hacia arriba observaremos a una vigorosa figura que nos vigila. Es Minerva, la diosa de la inteligencia, protectora de Roma, igual que Palas Atenea lo era de Atenas. Puedes verla de cerca desde esta webcam.
El bar de la azotea del Círculo de Bellas Artes se prolonga alrededor de la diosa romana de la inteligencia, Minerva.
Aunque hay documentos que afirman que Antonio Palacios pretendía rematar su edificio con la imagen de la diosa, esta no fue instalada en la azotea hasta bien entrado el siglo XX. Es obra del escultor gaditano Juan Luis Vassallo, que ganó en 1964 el certamen convocado por el Círculo de Bellas Artes para hacer el monumento destinado a Minerva. Dos años luego ya lucía poderosa: pesa 3.085 kilos y mide 7,60 metros de altura. Preside el bar y lugar de comidas Azotea, un espacio ideal para tomar algo y gozar del atardecer al aire libre, debido a que además es un favorecido mirador. Si hasta aquí venimos la observaremos de espaldas, ya que mira hacia la calle, al infinito. Porta un escudo con la cabeza de Medusa y una lanza, que para eso además es la diosa de las técnicas de la guerra. La se asocian el rayo de Júpiter (su padre) y un búho.
NIKÉ, la victoria alada
Coronando el Edificio Metrópilies, la Victoria Alada, o lo que es semejante, la diosa griega Niké.
Desde la azotea del Círculo de Bellas Artes se contempla una magnífica panorámica del comienzo de la Enorme Vía, justo donde se alza, en la intercesión con la calle de Alcalá, el Edificio Metrópolis, inaugurado en 1911 como sede de la empresa de seguros La Unión y el Fénix. Su elemento más característico es la cúpula de pizarra con incrustaciones doradas. Sobre ella, en sus orígenes, había una escultura alegórica de bronce en honor al Ave Fénix, un ave de extendida vida que, de acuerdo con la mitología griega, se regenera de las cenizas de su precursor. Sobre él había una figura humana con el brazo alzado representando a Ganímedes, un bello príncipe troyano secuestrado por Zeus para transformarlo en copero de los dioses.
Ganímedes y el ave Fénix volaron desde el Edificio Metrópolis hasta el de la Recíproca Madrileña, en el recorrido de la Castellana.
A inicios de los 70s del pasado siglo, la empresa vendió el edificio a sus dueños recientes. Los antiguos dueños eligieron llevarse la escultura a su edificio en el recorrido de la Castellana (número 33, sede de hoy de Recíproca Madrileña). Hasta su jardín deberemos ir si deseamos ver el original, aunque además tenemos la posibilidad de conformarnos con ver las réplicas que coronan los inmuebles que hoy llenan en la Enorme Vía la firma popular Primark (número 32) y la empresa de seguros AGF (número 68). Y, entonces, ¿quién nos mira desde las alturas del Edificio Metrópolis? Ya que una Victoria Alada, obra de Federico Coullaut Valera, que ahí está desde 1977. Es la diosa griega Niké, hija de Zeus, acompañante recurrente de la diosa Atenea, con la capacidad de correr y volar a enorme agilidad. Es el símbolo del triunfo.
DIANA, cazadora en el cielo
En lo prominente del Hotel Hyatt Centric Enorme Vía Madrid brilla una Diana Cazadora con su jauría de perros.
Nos acercamos en este momento hasta el número 31 de la Enorme Vía, donde se posiciona, en un edificio art decó, el Hotel Hyatt Centric Enorme Vía Madrid. Su azotea, en la planta décima, tiene un nombre de lo verdaderamente sugerente: El Jardín de Diana. Se refiere a la escultura de Diana Cazadora, la diosa romana protectora de la Naturaleza, que corona el hotel, instalada hace solamente tres años. Es obra de Natividad Sánchez Fernández, primera mujer que diseña una escultura para adornar el cielo de la centenaria avenida. Tiene cinco metros de altura, pesa 900 kilos y hace aparición, arco en mano, acompañada por cinco perros.
ESFINGES protectoras
La entrada primordial del Museo Arqueológico Nacional está vigilada por dos esfinges.
Algo de esta forma como una escultura viviente. Esto era lo que significaban las esfinges para los antiguos egipcios. Estos fabulosos seres mitológicos, representados comunmente como leones con cabeza humana, protegían las entradas de los santuarios. De noche cobraban vida para proteger de sus moradores… En la mitología griega, eran, no obstante, demonios de devastación y mala suerte. Para no fallecer en sus fauces había que solucionar un acertijo: “¿qué ser provisto de voz es de 4 patas, de dos y de tres?”.
Cabeza y pecho de mujer, cuerpo y garras de de león y alas de águila: de esta forma son nuestras esfinges.
La respuesta no se ve muy complicado. Pero, relajados, en Madrid no hay enigmas que solucionar. Tenemos la posibilidad de ver a los ojos de nuestras dos esfinges más reconocidas sin miedo a que ocurra algo. ¿Y donde se encuentran? Ya que en la puerta primordial del Museo Arqueológico Nacional, aunque no son tan antiguas. Fueron llevadas a cabo en bronce entre 1891 y 1895 por Felipe de Moratilla y siguen la iconografía clásica: cabeza y pechos de mujer, cuerpo y garras de león y alas, en esta situación semidesplegadas, de águila. Las dos están tocadas con un gorro frigio. En la Edad Media eran consideradas guardianas del conocimiento, de ahí a lo mejor, su colocación en el concebido como Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, obra de Francisco Jareño de Alarcón (1866-1892).
QUIMERAS contra PEGASOS
Hay que fijarse bastante para ver ámbas quimeras que coronan la estación de Atocha.
Otros dos seres mitológicos nos protegen, o vigilan, desde uno de los inmuebles más representativos de nuestra localidad, la estación de Atocha. Hay que ver hacia arriba porque están justo a ras del cielo, sobre la cubierta. Son dos quimeras, monstruo híbrido de la mitología griega con cuerpo de cabra, cola de serpiente o dragón y cabeza de león. ¡Menudo bicho! No era muy bueno: engullía animales, inclusive rebaños enteros, y aterrorizaba a la gente. Fueron diseñadas por Alberto de Palacio Elissague en el año 1888: a lo mejor el monstruo, que era muy ágil y echaba fuego por la boca, le recordaba al ferrocarril.
Y, justo, enfrente, la Gloria y dos Pegasos rematan el obsoleto Palacio de Fomento.
Contra la quimera solo ha podido Belerofonte, a lomos de Pegaso. ¡Qué curioso! En 1905 fueron colocados en lo prominente del hoy Ministerio de Agricultura (Palacio de Fomento), sin alejarnos de Atocha, dos caballos alados, obra de Agustín Querol, con la Gloria, una victoria alada, para simbolizar el avance.
DE AMOR Y EXCESOS
Este es Baco, el dios del vino, que se encuentra en los frescos de la Casa de la Panadería.
Y para el final… volvemos al inicio. Con la diosa Cibeles otra vez como personaje principal. Su figura preside los frescos de la fachada de la Casa de la Panadería, iniciada por Diego Sillero en 1590 para el sector del pan y acabada y transformada en 1617 por Gómez de Mora para integrarla en el grupo de la Plaza Mayor. Aunque en diferentes épocas hubo dibujos entre sus balcones los que hoy podemos consultar son obra del pintor Carlos Franco, que ganó un certamen impulsado por el Ayuntamiento de Madrid en 1988. El creador, que acabó el trabajo en 1992, eligió por el respeto al concepto de algunos restos (jarrones y cariátides) de la obra de su antecesor, Enrique Guijo, y la traducción castiza de la mitología tradicional.
Y esta, Proserpina, pintada además en la fachada del emblemático edificio de la Plaza Mayor.
La diosa Cibeles hace aparición en el segundo piso (tercer personaje comenzando por la izquierda), donde además observamos a Cupido (primero por la izquierda), dios del amor de acuerdo con la mitología romana, que representa el goce de vivir en nuestra localidad. Hay que buscar, además, a Baco (primero por la izquierda del primer piso), dios de roma del vino, que simboliza algunas fiestas como el Carnaval, Proserpina, en la torre de la derecha, diosa de la vida, la desaparición y la resurrección, y el Ave Fénix, en la torre de la izquierda, como emblema de la plaza reconstruida después de los tres incendios que asolaron parte de su recinto.
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